Comer un dulce después de comer (o en cualquier momento del día) es todo un placer. Lo más curioso y lo que quizás muchos desconozcan es que la costumbre de comer dulces se remonta a la antigua Roma. Aunque los dulces empezaron a popularizarse con el descubrimiento de la miel de abeja muchos años antes no fue hasta la llegada del Imperio Romano cuando se extendió la costumbre de comer dulces al final de una comida.

El postre era cómo poner el broche de oro a una gran comida. Era cómo realzar todo lo comido anteriormente además de ser un complemento importante en cuanto a aporte de nutrientes se refiere. No hay que olvidar que muchos dulces tradicionales contienen productos como frutos secos, cereales, aceite… que son fundamentales.

¿Por qué el postre se sirve al final?

Pero quizás lo más curioso resulte saber por qué después de una comida copiosa existe la costumbre de comer dulce.

Cómo decíamos tomar postre tiene sus raíces en el Imperio Romano. Seguro que has visto en más de una película los festines que se daban. En estas comidas tan copiosas se servían numerosos platos y entre plato y plato salado era habitual servir dulces. A esta costumbre los romanos le llamaban secundae mesae. Una práctica que ha perdurado hasta nuestros días.

La influencia árabe también se ha dejado notar. En los países árabes se popularizaron los dulces de azúcar con frutos secos. De hecho algunos dulces como los rosegones tienen su origen árabe.

Lo mejor, siempre al final

En las comidas familiares o entre amigos lo mejor siempre viene al final. Por eso, como hacían los romanos, dejamos lo mejor para el final. No sólo porque comamos algo dulce que nos deje un buen sabor de boca sino porque con el estómago contento las conversaciones de sobremesa toman una dimensión diferente.

Y no solo en comidas familiares. Siempre se ha dicho siempre que los grandes negocios se cierran en una buena sobremesa. Y en ellas no puede faltar un buen café junto con algún licor y por supuesto un buen rosco de anís o quizás algún dulce de pasas y nueces.

En Cuaresma, también más dulce

La ingesta de dulces siempre ha ido relacionada con la época del año. Por ejemplo, en época de Cuaresma también era típico que la ingesta de dulces tradicionales fuera en aumento. La época de Cuaresma va desde la celebración del Miércoles de Ceniza (que se celebra tras los Carnavales) hasta Semana Santa.

Los actos de ayuno y abstinencia obligaban a paliar la falta de alimentos comiendo más productos dulces. El ayuno consistía en realizar una comida principal a lo largo del día (excepto los domingos). Y se practicaba en época de Cuaresma. La abstinencia consistía en no comer carne los viernes durante la misma época. Ante esta falta de nutrientes esenciales se debía cubrir con dulces y frutos secos.

Aunque los tiempos han cambiado la costumbre de comer dulces en Cuaresma y Semana Santa se ha mantenido hasta nuestros días. Hay que tener en cuenta que son fechas en las que el día empieza a alargar y necesitamos de más energía.

Ahora ya sabemos de dónde viene el hábito de comer dulces en el postre o al final de una comida. Nuestros antepasados ya lo hacían. Por algo sería.

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